La actividad eruptiva

La erupción es la llegada del magma a la superficie del planeta. El magma puede llegar directamente desde la zona de generación, situada a 70-100 km de profundidad, ascendiendo por fracturas abiertas durante fases distensivas de la corteza. Otras veces lo hace después de haber reposado en cámaras magmáticas, interviniendo en el inicio de la erupción diferentes procesos de desgasificación, mezclas de magmas y de la actividad tectónica.

La actividad volcánica se clasifica en función del grado de explosividad y está controlada por la cantidad de gas presente en el magma; a medida que aumenta es mayor la explosividad resultante.

La salida del magma a la superficie se produce en tres formas: líquido (lavas), gases y proyección de fragmentos sólidos (piroclastos, de piros fuego y clasto fragmento). La cantidad de gas presente en el magma es el condicionante para que la erupción sea tranquila o explosiva, y que predomine la emisión de lavas o piroclastos.

Los piroclastos abarcan una gran variedad de tamaños, recibiendo distintos nombres según sus dimensiones: bloques, lapillos y cenizas.